En los últimos años se ha puesto de moda la mediación, como proceso de negociación mediante el cual, las partes involucradas en un conflicto intentan resolverlo por sí mismas, con la ayuda de un tercero. La mediación en el entorno escolar puede ser beneficiosa en materia de resolución pacífica de conflictos, pero tenemos que diferenciar un conflicto entre escolares del acoso escolar.

AEPAE - Artículo - Mediación y acoso escolar NO
Para que se pueda desarrollar un proceso de mediación deben darse varios requisitos, siendo los más importantes: el que las dos partes implicadas estén de acuerdo en realizarlo y -sobre todo- que haya equilibrio de poder. En el acoso escolar NO se dan estos dos requisitos, y aplicar la mediación en procesos de maltrato escolar es desconocer la naturaleza del mismo.

En el desarrollo del acoso escolar hay siempre una víctima que pierde su confianza y autoestima, y entra en un proceso de indefensión aprendida, sintiéndose débil y vulnerable. En el otro lado se encuentra el acosador o acosadora, que ha iniciado un proceso de empoderamiento al percibir que puede dominar y someter a la víctima. Así de sencillo. Obligar a la víctima a sentarse con el acosador, compartir las actividades de manera estrecha o mediar para que arreglen sus diferencias es revictimizar. NO puede haber equidistancia en un proceso de maltrato.

Ante un proceso de acoso escolar hay que proteger a la víctima y sancionar de manera educativa, más que punitiva, al acosador o acosadora. Así de simple. Ya hemos explicado en otros artículos la situación de indefensión que sufren las víctimas y sus familias, ante un sistema que se protege a sí mismo. Un sistema que, en materia del acoso escolar, es un fraude institucionalizado, que sigue creyendo que el acoso escolar son cosas de niños. El pasado 3 de Noviembre, José Manuel López Viñuela entregó en el Congreso de los Diputados 232.000 firmas denunciando la situación de indefensión de las familias ante el acoso escolar –junto con una carta de AEPAE– a la ministra de educación. Ambas cosas han debido caer en saco roto. Seguimos como estábamos.

Los protocolos de actuación son papel mojado que solo se abren bajo la insistencia hercúlea de las familias. Esos pocos protocolos que se llegan a abrir efectivamente llegan sesgados a inspección educativa, al ser el centro escolar juez y parte del proceso. El centro escolar, amparándose en la confidencialidad, no informa a las familias de las actuaciones de manera efectiva y clara. La víctima con secuelas psicológicas -a veces muy graves- tiene que buscarse la atención psicológica e incluso psiquiátrica de manera privada, si puede permitírselo. El acosador o acosadora, en nueve de cada diez casos, sale impune. La única salida de muchas familias es el cambio de centro escolar para huir del infierno, a pesar de ser incluso acusados de absentismo escolar cuando solo intentan proteger a sus hijos. Pero, a pesar de esto, vamos a mediar; a ver si haciendo el paripé no nos salpica el conflicto, no vaya a ser que nos denuncien por dejación de funciones. No vaya a ser que la evidencia de que el sistema es un fraude salga a la luz.

Y, mientras tanto, niños, niñas y adolescentes, sufriendo un calvario que les puede destrozar la vida para siempre. Porque el acoso escolar mata.

Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva
Presidente de AEPAE

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