Como presidente de la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar y de la Federación Mundial de Yawara-Jitsu, he percibido la importancia de saber gestionar el miedo y de hacer de este un aliado y no un enemigo. El miedo es una oportunidad de crecer y de sobreponernos a las adversidades. Que el miedo no nos paralice. Que le miremos cara a cara y le digamos: “somos aliados, me das fuerza y me sacas de mi zona de confort, pero yo soy más fuerte que tú y puedo contigo”.

AEPAE - Artículo - El miedo como asesino vital

Hace unas semanas una persona muy especial me hizo un regalo muy especial: un salto en paracaídas. Mi primer pensamiento fue “Guau que increíble regalo” … el segundo pensamiento fue: “Uf que miedo”. Mi mente se trasladó al futuro, anticipando las sensaciones y emociones que podría sentir en una experiencia vital intensísima y, al mismo tiempo, desconocida. La actitud ante esta rumiación cerebral podía manifestarse de dos maneras: aceptar el regalo y vivir la experiencia, o no atreverme y permanecer en mi zona de confort. Desde el primer momento tuve claro que iba a saltar en paracaídas y que iba a ser una experiencia inolvidable, que además me serviría para mi autoconocimiento y crecimiento personal.

Llegó el día del salto y aun manteniendo la calma, la excitación por vivir una experiencia tan impactante, generaba un pequeño cosquilleo en mi estómago. Una reminiscencia reptiliana del posible peligro de muerte si el paracaídas no se abría, que mi cerebro racional depositaba sobre mi cerebro emocional. Llegan los preparativos y el vestirse con el traje y el equipo adecuado. Conocer a nuestro compañero con el que saltaremos y que se responsabilizará de nosotros y de que el salto llegue a buen puerto o mejor dicho a tierra firme. Montamos en el avión, vamos ascendiendo y ya está el cerebro racional intimidando al emocional: “que alto vamos, cuanto más subamos de más arriba saltaremos, que vértigo…”. Llega el momento de saltar y nos colocamos en la puerta lateral ya abierta del avión. Sentimos el aire cortante y veloz en nuestras caras. Una caída al abismo. Y saltamos, concentrado en colocar el cuerpo en la posición de equilibrio que nos han enseñado previamente. La adrenalina por las nubes, nunca mejor dicho y el cuerpo en situación de supervivencia. El cerebro racional intentando controlar al emocional para dejar de percibir el salto como un peligro de muerte. Y lo voy consiguiendo. Destensar el cuerpo, abrir los brazos y doblar las piernas hacia atrás. Y la respiración, agitada, ya estaba siendo controlada por mi diafragma, que estaba ralentizando el ritmo respiratorio. Ya estaba comenzando a dejarme llevar, disfrutando de la caída. Me sentí pequeño ante la inmensidad de la tierra. Vulnerable y frágil, pero al mismo tiempo más vivo que nunca. Tomamos tierra sin dificultad, con los ojos húmedos por la emoción, pero alegre y contento ante la sensación de poder enfrentar cualquier reto. Esta experiencia es toda una parábola de lo que es enfrentarse al miedo.

AEPAE - Artículo - El miedo como asesino vital

Hay dos circunstancias que nos paralizan vitalmente: el miedo y la pereza. En estos momentos inciertos de pandemia, estos dos asesinos vitales, van de la mano. ¿Quién no ha sentido pereza al no poder vislumbrar certezas ante lo que se nos avecina? ¿Al no poder proyectar sus objetivos ante un futuro incierto? Esta inapetencia vital puede agravarse por el cansancio crónico y por episodios depresivos de distinta naturaleza. El cuerpo y la mente tienen que descansar y recargarse. No dormir bien reduce nuestras funciones cognitivas y pone en peligro nuestro sistema inmune. Aparte de un sueño reparador necesario para que se pueda generar la hormona del crecimiento, responsable del desarrollo y del crecimiento muscular, una dieta sana y el ejercicio físico, son indispensables para estar en una correcta homeostasis. Estos mimbres son necesarios, si quiero tener una buena calidad de vida y aunque estas circunstancias ya son conocidas por todas las personas, hay que mentalizarse y aplicarlas en nuestra vida diaria: no podemos construir una casa si no tenemos unos buenos cimientos. No podemos afrontar nuestros miedos si nos falla nuestro soporte más esencial, que es nuestro propio cuerpo.

El miedo es una emoción necesaria para nuestra supervivencia como especie, que nos pone en estado de alerta ante un peligro inminente, pero que también puede ser paralizante si no la controlamos.

A pesar de que la división estanca de los tres cerebros que defendía McLean está superada, al comprobar investigaciones posteriores que hay transversalidad entre todas las áreas cerebrales cierto es que su valoración, aunque simplista en apariencia, ha ayudado a entender que somos una mezcla de instinto, emoción e inteligencia racional.

AEPAE - Artículo - El miedo como asesino vital

Cuando percibimos un peligro, nuestro cerebro se activa ante esta amenaza -real o figurada-, y se producen alteraciones en la fisiología, los pensamientos y la conducta. A esta emoción es a lo que llamamos miedo. Esta diferencia entre miedo real y miedo figurado es de capital importancia a la hora de nuestro crecimiento. Hay miedos en los que el instinto de supervivencia se activa más allá de nuestras experiencias previas. Situaciones en las que peligra nuestra vida: agresiones físicas de alta intensidad, accidentes o enfrentamientos a animales predadores o insectos peligrosos. Hay otros miedos que han sido aprendidos a través de experiencias previas negativas, por medio de un aprendizaje pauloviano, asociando un estímulo a una respuesta.

Los miedos más instintivos no podemos eliminarlos porque son necesarios para nuestra supervivencia. Pero los miedos aprendidos sí se pueden controlar para que no nos paralicen y nos impidan avanzar. Como investigador en los procesos del miedo y su gestión, he podido aplicar distintas metodologías en la superación de miedos disfuncionales con unos excelentes resultados. El conocimiento de los procesos fisiológicos generados por el miedo es necesario para una correcta exposición in vivo, que debe ser progresiva, y calibrada de manera individualizada, asociando premios o sensaciones agradables en cada tramo superado del proceso. En definitiva, que la única manera de superar un miedo disfuncional del tipo que sea -miedo a la oscuridad, a los espacios cerrados, a las alturas, a socializar, a los insectos, a hablar en público, a sufrir daño físico, etc.- es enfrentarse con él.

No se puede vivir sin miedo, pero el miedo a vivir es otra cosa. Tenemos que aceptar nuestra fragilidad y vulnerabilidad como una fortaleza. Una vulnerabilidad que nos acerca a la empatía y la compasión. Somos la única especie cuyas crías necesitan a su familia hasta bien avanzada la infancia: no sostenemos nuestra cabeza hasta los seis meses y no aprendemos a andar hasta el año de vida. Sin ser tan pesimistas como el pensamiento hobbesiano de que el hombre es un lobo para el hombre, sí es cierto que nuestro estilo de vida nos va haciendo cada vez más herméticos e impermeables a las necesidades propias y ajenas. Olvidándonos del niño o la niña que fuimos: personas pequeñas abiertas a la curiosidad. Sin miedo a abrazar y a amar. Idealistas por naturaleza, con la convicción de que se puede arreglar el mundo, o al menos mejorarlo. Estos sentimientos no son blanditos ni débiles, sino valientes y compatibles con el afrontar los problemas con firmeza y decisión. Con no permitir las injusticias ni el maltrato propio o ajeno. Eliminar esa tendencia muy española de percibir a un quijote luchando contra los molinos, como un loco o un iluso con exceso de optimismo.

AEPAE - Artículo - El miedo como asesino vital

Nos ponemos máscaras, y no hablo de las que nos ponemos con la pandemia, sino las que usamos para construirnos un personaje que ni sufra ni padezca, que nos resguarde de las miradas ajenas, que nos proteja del daño emocional. Me comentaba una psicóloga amiga que muy pocas personas son capaces de quitarse esa máscara, y que eso nos resta autenticidad y poder acceder a una comunicación intrapersonal e interpersonal verdadera, ajena a los tópicos y a los prejuicios. Prejuicios por la edad, prejuicios por la extracción social, prejuicios por la orientación sexual, prejuicios por la religión o por el color de la piel. Prejuicios ideológicos. Miedo en definitiva a ser. Miedo a vivir.

Están los tiempos revueltos. Emocionalmente convulsos. Con miedo a la situación sanitaria de la pandemia y a la quiebra económica. Hay personas que se aferran a lo que tienen y otras que se alejan de cualquier certeza o compromiso, en una huida hacia adelante. No perdamos el foco. Todo esto pasará. Acaban de informar de que una de las vacunas está teniendo éxito en su última fase de ensayo clínico, y que es previsible que pueda ser distribuida en la próxima primavera, donde todo florece de nuevo. Y es que después de cada frío invierno siempre viene la primavera. Afrontemos los retos con valentía y alegría de ser y de vivir. A pesar de la clase política, saldremos adelante.

AEPAE - Artículo - El miedo como asesino vital

Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva
Presidente de AEPAE

Ir al contenido