Lo primero que hay que apuntar es que, para enfrentar una situación, hay que verbalizarla y definirla correctamente; y no se está haciendo en materia de ciberacoso escolar.
El acoso escolar es un problema que está de moda cuando es noticia y aparece en los medios de comunicación. Pero, por desgracia para la sociedad, se olvida hasta que un nuevo suceso lo visibiliza. No acabamos de entender que el acoso escolar es un problema de derechos humanos, cuya peligrosísima y destructora esencia, es la normalización y rentabilidad de la violencia. El aprendizaje, en definitiva, de que debe haber víctimas y verdugos, y que el sufrimiento que ello provoca es un rito de paso que nos preparará para la vida adulta.
He observado muchas veces, con honda preocupación, como el tratamiento que se da en los medios de comunicación y en especial en la televisión al acoso escolar, se queda muchas veces en el tópico y el lugar común. En mostrar imágenes escabrosas, sin ahondar en las causas ni en la manera de afrontarlo con firmeza y coherencia. No basta con limpiar los bordes de la alfombra a favor de lo políticamente correcto, sino en levantarla y sacudirla. Limpiar y desinfectar debajo, y colocarla después en aras de la valentía y lo humanitario.
Vamos a centrarnos ahora en el ciberacoso y el tratamiento que se hace del mismo en lo mediático -ya hemos hablado de ello-, lo nominativo y lo educativo.
En cuanto a su nombre, está mal utilizado. Ciberacoso es un término genérico que no se limita solo al ámbito escolar. El error viene de la propia traducción. Ciberbullying es ciberacoso, sí, pero escolar, de la misma manera que podríamos hablar de cibermobbing o acoso en el ámbito laboral. Por lo tanto, habría que definirlo como ciberacoso escolar y así lo haremos desde aquí.
En los últimos años se ha puesto en el foco la importancia del uso responsable de las TIC (tecnologías de la información) y en especial de las redes sociales, considerándolas como vehículo principal de maltrato escolar. Es de capital importancia entender -y así lo argumenta AEPAE-, que el ciberacoso escolar es consecuencia o preludio del maltrato reiterado que se produce presencialmente, cara a cara, en el ámbito educativo. Entendamos que el ciberacoso escolar no comienza hasta los 11 o 12 años, que es cuando se generaliza la utilización del smartphone y con este, el uso indiscriminado de las redes sociales.
A ver si se enteran los responsables educativos de que el acoso escolar se inicia ya en educación primaria en niños y niñas de 5 y 6 años -podemos documentar decenas de casos-. Si esperamos a hacer prevención del ciberacoso escolar, ya habremos llegado tarde. Es por ello por lo que el Plan Nacional para la Prevención del Acoso Escolar que desarrolla AEPAE, tiene su inicio en primero de primaria. Y es desde primero de primaria cuando hay que hacer prevención. De esta manera, un preadolescente sabrá qué es y qué no es el acoso escolar y tendrá conciencia del daño que este produce cuando tenga en sus manos su primer teléfono inteligente.
El peligro del ciberacoso escolar es que incrementa el daño de manera exponencial al poder realizarse cualquier día de la semana y a cualquier hora, aumentando la frecuencia y la intensidad, que son los dos parámetros esenciales que influyen en el daño físico y psicológico, además de la capacidad del menor para gestionar la situación. En otro artículo hablaremos de esta última cuestión: cómo mejorar la resiliencia de nuestros hijos, hijas y adolescentes, y que aprendan estrategias de afrontamiento.
Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva
Presidente de AEPAE