El sábado fue el día adecuado para asentar el aprendizaje de las jornadas previas: la superación del miedo del miércoles, la liberación de la rabia del jueves y la aceptación de la responsabilidad del viernes. En el penúltimo día del campamento teníamos que reforzar la confianza de los alumnos, y que se diesen cuenta de todos los logros que habían conseguido tras casi una semana de trabajo.
La mañana comenzó cansada porque la noche anterior fue larga y dura, tanto para los alumnos como para los monitores. El desayuno discurrió de manera rutinaria, y los monitores nos dimos cuenta de que necesitábamos despertar un nuevo estímulo en el grupo. Por ello, y gracias a la buena idea de nuestras compañeras de psico-asertividad, decidimos bajar al espacio destinado a la asamblea diaria para repasar los objetivos de cada alumno, y revisar cómo habían evolucionado a lo largo de la semana. Los animamos a que cada participante se evaluase a sí mismo para que tomaran conciencia de sus triunfos, fracasos y mejoras respecto al objetivo que se habían marcado el lunes. Entre las autoevaluaciones muchas se quedaron cortas, lo que nos indica que la autoestima de estos chicos y chicas aún estaba en proceso de recuperación. Acto seguido, los monitores -de manera objetiva y profesional- valoramos tanto sus metas como las recientes puntuaciones propias de cada uno. Y añadimos la valoración de AEPAE para cada alumno, observando que en la mayoría de los casos la puntuación asignada se modificaba por una superior.
Eso revitalizó la mañana -y la semana-, y continuamos con el último repaso del protocolo de actuación, tanto a nivel psico-asertivo, como de teatro corporal y autodefensa. Se recordaron los conceptos más básicos y necesarios, los que tenían que interiorizar para evitar volver a ser víctimas de acoso escolar. Conceptos como la asertividad, la proporcionalidad en las respuestas, la expresión corporal o el trabajo con la voz. También se tuvieron que enfrentar ante su primer simulacro de examen (el oficial tendría lugar la mañana del domingo utilizando estrés-test), para que siguiesen asentando todas las habilidades aprendidas, y para que conociesen su nivel real alcanzado.
Al final de cada simulacro realizamos un ejercicio que puede pasar desapercibido y, sin embargo, es muy relevante: la comunicación con los adultos en la escuela. Para ello aprovechamos la presencia de Antonio de Miguel y de Nines, profesores de Guadalajara que apoyan a AEPAE desde hace años, que quisieron acercarse a comprobar nuestra forma de trabajo en los campamentos. Antonio se ofreció como voluntario para el ejercicio y -como docente- no tuvo que actuar, aprovechó su experiencia laboral para recibir la información por parte de nuestros alumnos. Tenemos que entender que están en una situación de nerviosismo, porque acaban de sufrir un ataque verbal, psicológico y físico; y en esas condiciones deben encontrar la ayuda de un adulto, algo que -por desgracia- no es habitual en la sociedad en la que vivimos. Por eso, nuestras indicaciones eran que fuesen muy concretos y concisos, que describiesen la situación de la forma más objetiva posible, que apelasen a la labor protectora del docente y también a su empatía; de tal forma que tenían que conseguir no solo la atención del adulto presente sino también su colaboración para frenar la situación de acoso desencadenada.
A mediodía se nos cruzó un pensamiento a todos: el campamento llegaba a su fin. Fue el momento que más alumnos eligieron para rellenar “la caja de las cosas bonitas”, que es la forma que tenemos en AEPAE de dejarnos mensajes -tanto personalizados como anónimos- con los buenos deseos de unos a otros para el futuro. Después llegó la comida, el descanso y la merecida última hora de piscina.
Por la tarde nos impartieron el primer taller sobre ciberseguridad y ciberacoso escolar en los campamentos de AEPAE, una variedad de acoso escolar que -por desgracia- cada vez se extiende más entre nuestros jóvenes, sobre todo en el rango de edad de adolescentes y preadolescentes. Nacho -experto en ciberseguridad a nivel internacional- fue el ponente, y explico algunos de los riesgos a los que se tienen que enfrentar niños y adolescentes en redes sociales e internet. Con un lenguaje juvenil, sencillo y cercano les dio algunos consejos ante las inquietudes que le trasladaron, que fueron muchas y variadas. Una señal más de que la defensa ante el ciberacoso escolar debe integrarse en los protocolos que quieran evitar el acoso escolar; en AEPAE ya lo tenemos muy presente.
Después tuvimos la última asamblea, un día más con luces y sombras, con algunos conflictos sucedidos durante el día que tuvieron que resolver los alumnos de manera autónoma, como aprendieron la noche anterior. Lo que más destacaron fue la participación en las actividades y el aprendizaje conseguido, demostrando que la utilidad del campamento es también reconocida por quienes salen fortalecidos.
Tras la cena -y por ser la última noche- disfrutamos de una fiesta en la terraza, con música, bailes, risas y compañerismo. Durante la fiesta aprovechamos para leer los mensajes de la caja «de las cosas bonitas», un momento muy especial en el que el receptor del mensaje recogía la dedicatoria y recibía el reconocimiento y el aplauso del resto, tanto alumnos como monitores; cada receptor de esas «cosas bonitas» expresaba a su vez gratitud, y alegría al entender que esas palabras amables le iban dirigidas, reforzando una vez más su, ahora sí, creciente confianza.
Después de la fiesta tocaba irse a dormir. Una tarea que, tras el cansancio físico y emocional del día, fue más rápida y sencilla que otras noches. Los monitores realizamos la última evaluación del campamento, preparándonos mentalmente para el domingo, el día del examen final y la despedida…
Rubén Gil Uceda
Área de Autodefensa de AEPAE
