Se estima que hay entre 1 y 5 casos asperger por cada 1.000 nacimientos, lo que cifraría en unas 450.000 personas afectadas en España. Pero en este caso, lo más preocupante es que el 90% de estos niños, niñas y adolescentes sufren acoso escolar.
El asperger es un trastorno del desarrollo que se incluye dentro del espectro autista. Afecta a la interacción social recíproca, tanto en la comunicación verbal como no verbal, con una profunda dificultad para entender las emociones propias y ajenas. Los niños, niñas y adolescentes con el síndrome de asperger suelen mostrar un pensamiento rígido, resistente al cambio, perseverante y a menudo con intereses estrechos y absorbentes.
Si bien AEPAE ya había tenido tres niños en los cursos de habilidades asertivas que impartimos como prevención del acoso escolar, en esta ocasión, desarrollar un curso adaptado a sus necesidades a la asociación Asperger TEA del Campo de Gibraltar, nos suponía todo un reto. Un reto apasionante.
La propia asociación nos envió toda la información posible, de la situación de las personas a las que íbamos a impartir el curso, de edades comprendidas entre los 6 y los 17 años, siendo un total de 16 niños, 2 niñas y 12 adolescentes a los que habría que separar en dos grupos en distintos tramos de edad.
El curso comenzó como lo hacemos habitualmente, presentándonos y preguntándoles, que era lo que querían conseguir en el curso y cuál era la cualidad o virtud especial en la que se sentían muy hábiles y capaces. Tenían que levantarse y escribirlo en una pizarra. Las respuestas mayoritarias de qué querían aprender fueron las habituales: ser más valientes, aprender a defenderse o hacer más amistades. Las cualidades y virtudes que poseían y que les hacían sentir orgullo, ya no fueron tan comunes, y empezamos a ser conscientes de que el entorno en el que nos encontrábamos iba a ser muy distinto al de otros cursos. Escribieron cosas tan peculiares como: paleontólogo, constructora, gamer streamer, experto en dinosaurios, dibujante o experta en matemáticas. Dos de los alumnos estaban realmente preocupados porque le faltaba el palito a la letra “t” que uno de ellos había escrito. Le invitamos a levantarse y a subsanar el error que tanto le incomodaba en la pizarra. Les separamos en dos grupos y mientras uno de nosotros impartía Teatro Corporal en una de las aulas, el otro impartía Autodefensa, apoyados ambos por nuestro psicólogo y las dos terapeutas de la asociación, Eva y Carolina, que desarrollan una labor extraordinaria.
Lo primero que percibimos fue una inteligencia superior a la media y la dificultad en que prestasen atención. Tuvimos que hacer un esfuerzo extraordinario en mantener su interés. Dos de los niños se metían debajo de la mesa, otro corría por la sala imitando a un dinosaurio, otro cantaba, otro se tumbaba encima de un compañero y el resto de niños y las dos niñas estaban más atentos, aunque se despistaban con facilidad. Los adolescentes prestaban más atención: algunos se mostraban disruptivos y dos de ellos, retadores. En definitiva, el comportamiento característico de las personas con asperger, con poca capacidad para controlar sus impulsos, comportamientos repetitivos y perseverantes, ausentes en determinados momentos y con dificultades para reconocer las estructuras jerárquicas.
El primer paso que dimos fue valorar su actitud corporal, mediante ejercicios de expresión corporal, explicando las tres actitudes: pasiva, agresiva y asertiva. Que entendiesen que su posición corporal transmite información a sus iguales y que pudiesen reconocer estas actitudes en las demás personas.
El segundo paso que realizamos fue el de valorar la importancia del contacto visual en cualquier proceso comunicativo. No les fue fácil conseguirlo, pero poco a poco fueron siendo conscientes de que hay que focalizar y mantener la mirada a quien tenemos delante.
El tercer paso fue darles herramientas para la defensa verbal. Ya que no son capaces de interpretar las emociones, la ironía o el doble sentido, necesitaban una manera de contestar de manera asertiva a las burlas y los insultos que reciben habitualmente. Para ello les enseñamos la técnica de la estocada, negando el insulto, diciendo el opuesto y argumentando como cierre un argumento de acuerdo a la naturaleza del oprobio. Las dificultades las encontramos en su tendencia al circunloquio y al empleo de construcciones semánticas repetitivas y a veces excéntricas. El trabajo de teatro corporal les ayudó a mejorar su prosodia en la entonación y la dirección de la voz.
Y aquí ya pasamos a la defensa de la integridad física, con el concepto de protección del espacio personal. Mostraron cierta pasividad en este sentido, pero poco a poco fueron entendiendo la necesidad y el derecho a la legítima defensa. Aprendieron a protegerse de una intromisión en su espacio personal, de un agarre o de una agresión física, con reacciones asertivas, valientes y firmes.
Y por último, pasamos al examen en role playing, en el que aplicaron delante de sus familias, las herramientas que habían aprendido en el curso. Consiguieron salir de su zona de confort y aumentaron su confianza y autoestima. Una experiencia gratificante para el equipo docente.
Como reflexión final, nos quedamos con el recuerdo de unos niños, niñas y adolescentes especiales, que son burlados y excluidos por su singularidad. Que no saben mentir. Que dicen lo que piensan sin ambages y que, a pesar de no gustarles el contacto físico, necesitan cariño y comprensión. Desde AEPAE les mandamos un fuerte abrazo a las familias de la Asociación Asperger TEA del Campo de Gibraltar y aquí estamos para ayudarles en todo lo que esté en nuestra mano, para como dice nuestro lema: “Generar Confianza”.
Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva.
Presidente de AEPAE.