En este artículo quiero destacar un factor muy importante dentro del tipo de educación que reciben los menores. Voy a centrarme en el síndrome del emperador en un extremo y en el abandono emocional en el otro. Ambos factores pueden desembocar en una sobreexposición del menor ante su grupo de iguales, provocada por una necesidad de atención.

AEPAE - Acoso escolar, atención emocional y sobreexposición

El síndrome del emperador es un trastorno de la conducta que afecta a los niños, niñas o adolescentes, que se caracteriza por el sentimiento de autoridad que puede tener un menor de edad hacia los demás. Se inicia en el hogar, cuando el niño o niña, comienza a desafiar al padre o la madre, consiguiendo lo que quiere en todo momento. Sus caprichos se convierten en necesidades que, de no cumplirse, generan frustración y enojo, y que puede terminar en agresiones verbales e incluso físicas. Esta actitud obviamente se traslada al centro escolar.

En el otro extremo de la balanza, está el abandono emocional, que podemos definir como la falta de atención hacia los menores, al no responder a sus necesidades afectivas y relacionales. En definitiva, ignorarles o no hacerles caso. Esa carencia, se traslada a su modelo relacional y obviamente al centro escolar.

Desde la experiencia de AEPAE, no existe un perfil definido ni de víctima ni de victimario, pero si circunstancias que lo pueden potenciar. Vamos a centrarnos en estas dos, que son paradigmáticas y más evidentes.

El menor con el síndrome del emperador procurará tener el control de su grupo de iguales, creyendo que tiene más derecho que los demás, intentando obtener beneficios en sus relaciones, desde una posición de dominancia. Esto provoca una sobreexposición ante su grupo de iguales que puede desembocar en un liderazgo negativo y un clima de maltrato hacia el resto de compañeros y compañeras que no forman parte de su grupo. Pero también puede generar el rechazo del grupo que no permite esa dominancia y que, como consecuencia, genera la exclusión del menor.

El menor que sufre abandono emocional necesita apego y, a menudo, llama la atención en su grupo de iguales para conseguirlo. Carece de regulación emocional y a veces puede reclamar esa atención de manera ansiosa o agresiva, lo que genera una sobreexposición entre su grupo de iguales, que puede desembocar también en la exclusión.

Quiero destacar con ello la importancia de la necesaria e imprescindible atención emocional hacia nuestros hijos e hijas. No solo necesitan cosas materiales, como videojuegos, ropa de moda o dinero. Necesitan mucho más, escucha y apoyo. Dirección y acompañamiento. Mucho amor, pero también el establecimiento de límites y responsabilidades. Lo que pasa en el hogar tiene repercusiones extraordinarias de puertas para afuera, para lo bueno y para lo malo, y en el acoso escolar es claramente visible.

El acoso escolar es la forma de maltrato más común en la infancia y la adolescencia y está motivada por la normalización de la violencia dentro de los centros escolares, entendiendo violencia, como el uso de la fuerza para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponerle algo.

Según el último informe de la UNESCO el 32% de la población escolar sufre acoso por sus compañeros o compañeras. Estamos hablando de tres millones de niños, niñas y adolescentes en nuestro país, a pesar de que desde los estamentos públicos se mienta y se hable de unas pocas decenas, lo que es un lamentable fraude institucional.

Eduquemos a nuestros hijos e hijas para que sean asertivos y valientes, pero también empáticos y compasivos. Ofrezcámosles nuestro tiempo. Tiempo de calidad en el que sean nuestro único foco de atención. No les juzguemos, porque les pondremos etiquetas. Tan solo aportemos nuestra experiencia de vida en ayudarles a ser su mejor versión posible. La educación en valores no es un pleonasmo políticamente correcto, es una necesidad de nuestra sociedad, si queremos que nuestros descendientes compartan un mundo mejor. Nuestros hijos no son solamente una tabla rasa que hay que llenar. Son más: un corazón que hay que encender.

Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva
Presidente de AEPAE

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