Hola, soy yo, el pupitre. Hoy he vuelto a verla sola en el recreo. Es mulata, de padre nigeriano y madre española. África es lista, sensible y buena estudiante. Destaca solo con su presencia.

«Vamos a acojonar al bobo de Emilio» (Si los pupitres hablaran)

A algunos niños les gusta y la persiguen a veces, para llamar su atención. A muchas niñas le molesta, como si fuese una rival a la que hay que destruir. Le dicen cara manchada y ya se ha contagiado a toda la clase.

Ya no sale al recreo, se queda en el aula, leyendo cuentos y revistas. Le encanta viajar con sus padres y conocer nuevos países y culturas, pero cada vez se siente más sola. Han empezado a decir que nadie se acerque a ella porque les puede contagiar una enfermedad. De las palabras, han pasado a jugar al juego de moda en el colegio: ella es la enfermedad. La tocan y persiguen a los demás, riendo, como si llevasen en la mano su estigma, el contagio de un virus.

África se ha hecho pequeña. Ya no es capaz de levantar la mirada. No entiende por qué nadie le ayuda, por qué nadie se da cuenta de su profunda soledad. Se siente extraña en su propio cuerpo, como si no tuviese derecho a existir. Ha llegado a pensar en tirarse desde su balcón. Tirarse al vacío.

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