«Cuando la tristeza entra por la puerta, la rabia se va por la ventana».
Si hay algo que se puede afirmar de forma bastante rotunda es que debajo de una emoción como la rabia coexiste una tristeza profunda no atendida.
La rabia suele ser una emoción que no cuenta con muchos galones, es más censurada que permitida, y especialmente bajo el paraguas y la sombra de «es una emoción negativa, nos hace estar mal, e incluso he llegado a oír que sacar la rabia puede ser contraproducente hacia el otro»; poniendo siempre el foco en el otro/a y no en mí.
Una buena y acompañada gestión de la rabia es un proceso realmente sanador y liberador, que nos lleva a adentrarnos en una tristeza profunda que veníamos albergando desde hace tiempo. Cuán necesario es validar, acompañar, estar presentes y crear intimidad emocional con los niños/as, adolescentes y jóvenes de nuestras vidas…
Y con esto, encaminamos el que sería el cuarto día de campamento. Nuestro objetivo estaba claro: teníamos que trabajar la rabia para poder extirpar esa tristeza tan acumulada por años debido al maltrato, tanto físico como psicológico, que muchos y muchas de ellas llevaban soportando. Para el equipo, un día de mucho trabajo, sensaciones y expectación, ya que en ediciones anteriores, sin duda, había sido uno de los días más sobrecogedores, y en esta ocasión, no pudo ser de otra manera.
Para los chicos y chicas, un día muy largo, agotador, doloroso, catártico e incluso feliz. Para algunos de ellos y ellas era la primera vez que ponían palabras, sonidos, cuerpo a toda esa rabia que vivían y sentían, la primera vez que se auto-escuchaban, y la primera vez que «soltaban esas pesadas mochilas» según verbalizó alguno. Otro nos dijo: «pensé que esto ya estaba superado, pero me he dado cuenta de que quedaban cosas por decir, y también por llorar».
Tuvimos una inmensa fortuna cuando estos chicas y chicas, con los que convivimos una semana, decidieron compartir con el equipo parte de su vida y abrir su alma, confiaron en nosotros/as y trabajaron física y emocionalmente hasta el final. Ese día comimos a las 16:00 horas porque, aunque había hambre, la conciencia grupal de apoyar a todos los compañeros y compañeras en su proceso de rabia y tristeza fue más fuerte que el hambre. Sin duda, otra lección que nos regaló este maravilloso grupo de adolescentes (algunos pre-adolescentes).
La tarde la culminamos con un poco de yoga para estirar los cuerpos, y en la noche disfrutamos de lo lindo: llegó el esperado Cluedo. Misterios, sustos, pruebas, rap, enigmas…hicieron que ese día nos acostásemos más tarde de lo habitual, pero con la sensación haber exprimido al máximo la jornada.
Dar y tomar presencia, validar lo que sienten, calidez, cercanía, equipo, intimidad emocional y acompañamiento son las palabras que mejor podrían definir este día. Esto es A.E.P.A.E.
Gracias chicos y chicas por vuestra confianza, ¡¡¡sois muy grandes!!!
Verónica Millán
Área de Psicología de AEPAE