Hay que diferenciar entre conflictos relacionales puntuales y el acoso escolar. Si bien hay expertos que manifiestan que para que podamos hablar de acoso escolar este tiene que manifestase al menos durante seis meses, otros expertos manifiestan que el acoso escolar depende no solo de la duración, sino también de la intensidad, por lo que hablar de tiempo, no es del todo correcto.
Desde AEPAE y después de más de 15 años trabajando directamente con más de 4.000 víctimas de acoso escolar, consideramos que la reiteración es un concepto genérico y difuso que hay que delimitar. Una situación de maltrato verbal, físico o psicológico si ocurre una vez no es acoso escolar. Si se produce dos veces pude estar en proceso de serlo. Pero si se produce tres veces, ya no es un suceso puntual ni una casualidad sino que es síntoma de que está comenzando a ser sistemático hacia ese niño o adolescente.
Por lo tanto, en cuanto a la reiteración, si el maltrato se produce tres o más veces, SI es acoso escolar.
Cualquier niño o adolescente puede ser víctima de acoso escolar. No existe un perfil determinado ni de víctima ni de acosador. El proceso de acoso suele desencadenarse cuando se pone a un niño en el foco de atención del resto del grupo y otro compañero le maltrata física o psicológicamente. El acoso escolar no es un juego entre escolares. Es algo muy serio que puede marcar a un niño para toda la vida, e incluso inducirle al suicidio.
Otro de los requisitos, que muchas definiciones consideran como imprescindible para que el maltrato reiterado sea considerado acoso escolar, es la intencionalidad, concepto también difuso y difícil de demostrar. Desde AEPAE consideramos que este requisito no debe ser delimitador del acoso escolar, ya que una víctima puede estar sufriendo maltrato sin que los victimarios sean conscientes de ello, al tomar como un juego el burlarle, excluirle o agredirle.
Otro requisito técnico es el desequilibrio de poder. Tampoco estamos de acuerdo con que sea delimitador del acoso escolar. Si bien es cierto que durante cualquier proceso de maltrato reiterado se produce el empoderamiento del victimario y una pérdida paulatina de la autoestima de la víctima, este desequilibrio no siempre es perceptible, sobre todo cuando hablamos de maltrato psicológico.
Intencionalidad y desequilibrio de poder, son circunstancias que se producen en la mayoría de los casos, pero no deben ser considerados como imprescindibles. Estas afirmaciones parten no solo del conocimiento teórico del fenómeno del maltrato escolar, sino de nuestra experiencia directa con casi 4.000 víctimas.
Los elementos que intervienen en el acoso escolar son el acosador, la víctima y los observadores. El acosador pretende obtener un rédito, un beneficio de este comportamiento –popularidad, poder, etc-, y no cesa en su cometido si no tiene ninguna sanción. La víctima sufre a menudo en silencio esta situación. Los observadores pasivos, legitiman el acoso. Algunos pueden participar en el mismo como colaboradores y otros sencillamente observan el proceso sin intervenir.
Según el Informe Cisneros X, solamente el 10% del acoso escolar es físico –produciendo lesiones visibles-. El 90% del acoso escolar es psicológico –hostigamiento verbal, intimidaciones, amenazas, coacciones, exclusión social, bloqueo y estigmatización-.
Si los daños físicos son heridas y hematomas de diversa gravedad, los daños psicológicos pueden ser estrés postraumático, depresión, somatización, ansiedad, ideación suicida, cambios en la personalidad, y disminución de la autoestima y del rendimiento escolar.
La incidencia del acoso escolar según el informe Cisneros realizado en el año 2009, señala que uno de cada cuatro escolares sufre acoso escolar. Sin embargo, debido al auge de las nuevas tecnologías como medio de desarrollo del ciberacoso, este porcentaje puede ser aún mayor.
El acoso escolar sigue un proceso sumatorio y crece como una bola de nieve cayendo por la ladera de la montaña: se hace cada vez más grande si no encuentra nada que la detenga. Suele ser muy común que el acoso inicial sea verbal, para desembocar en el acoso físico.
El ciberacoso puede desempeñar el papel de caja de resonancia del acoso que se produce en persona o también ser el punto de partida, mediante la distribución de una grabación ofensiva hacia la víctima. En cualquier caso el ciberacoso amplifica el acoso escolar de manera exponencial. La víctima ya no solo es acosada en el horario escolar, sino las 24 horas del día.
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