Las niñas y los niños asistentes llegaron al campamento nerviosos e inquietos. Para muchos de ellos, era la primera vez que se separaban de sus padres y ya les estaban echando de menos.
Mientras Verónica, la psicóloga del equipo, se reunía con los padres y las madres, tuvimos una reunión en el salón comedor con los niños y las niñas para pasarles un test de empoderamiento realizado por nuestro psicólogo jefe en colaboración con los departamentos de psicología y criminología de la Universidad Pontificia. A continuación, les dirigí unas palabras, como director del campamento y presidente de AEPAE, para tranquilizarles y estimularles. Unas palabras motivadoras, empáticas y cariñosas. Básicamente que conocíamos la difícil situación que todos habían sufrido y que eso pertenecía al pasado. Que, a partir de ahora, con nuestra ayuda y con su valentía y entusiasmo, empezaba una nueva etapa en sus vidas. Como colofón a este primer encuentro, les pregunté uno por uno, que era lo que querían conseguir del campamento. La mitad dijeron que querían que dejaran de pegarles y molestarles y la otra mitad que querían aprender a tener amigos. Lo correspondiente a personas que sufren maltrato y exclusión en la flor de la vida.
Tras esta breve reunión, Antonio y Sergio, monitores del campamento, asignaron las habitaciones y ayudaron a las niñas y niños a acomodarse, con cariño y cercanía, para generar el vínculo necesario para que nos abriesen sus corazones.
Llegó la hora de la comida y la salida a las piscinas naturales, para volver dos horas más tarde al campamento para asistir al primer taller vespertino: Yoga y Mindfulness. Un taller excepcional en el que Rosy, la profesora, consiguió relajar a los participantes a la vez que les hizo ser conscientes en el aquí y en el ahora. También nos sirvió a los monitores para valorar la situación emocional de cada participante: unos se relajaban con mayor facilidad, mientras que otros permanecían inquietos y les costaba más encontrar su estado de paz interior. En palabras de Rosy: “Un encuentro para conectar con la verdadera esencia del ser, donde tuvieron la oportunidad de expresar las emociones dormidas de esa herida abierta, a través de la marioneta que los acompañó durante la sesión como alter ego. El saludo al sol para encontrar esa luz que cada uno lleva dentro, afianzándonos en el ásana del guerrero para que se sientan capaces de superar cualquier obstáculo. Una experiencia muy hermosa al simbolizar el espacio seguro que todos dibujaron y que siempre pueden evocar cuando lo necesiten”.
Después del taller tuvieron una hora de relax y tiempo libre antes de cenar. A continuación, tendría lugar una velada muy especial: el escape room, encaminada a trabajar en equipo, aportando lo mejor de cada participante. Jorge, colaborador de AEPAE, y miembro del colectivo Geek, creo un juego de equipo fascinante, en el que los participantes tenían que resolver 10 enigmas para poder salir de la habitación. 10 pruebas de ingenio de diverso contenido, que servirían para que el grupo se consolidase. Unos aportaron su inteligencia matemática, otras la lingüística y otros su sentido común. Fue fascinante ver como 12 niños y niñas hacían piña y se apoyaban los unos en los otros para solucionar un problema: cooperación, confianza y entusiasmo. El juego estaba estructurado como un perfecto engranaje, que había que resolver en menos de una hora. Lo consiguieron en 50 minutos. Nos quedamos con la cara de sorpresa cuando escucharon la voz del maestro de las llaves –voz en off grabada por el propio Jorge-, y con la explosión grupal de alegría y júbilo cuando encontraron la llave para salir de la habitación. Un excelente primer día de campamento.