Historia del acoso escolar en España
Liliana, que así se llama su madre, me llamó por teléfono, para que como presidente de AEPAE le ayudara, porque estaba desesperada. Los sollozos de Liliana por teléfono me sobrecogieron. Le orienté sobre cómo tenía que proceder y que lo más urgente era pedir una cita con el director del centro, ya que todas las comunicaciones con el tutor de su hijo y con la jefatura de estudios mantenidas en los últimos meses no habían obtenido ningún resultado. Me dijo también que su hijo necesitaba aprender a defenderse y que quería que asistiese a mis clases de defensa personal y coaching infantil. El lunes siguiente llevó a Juanpi –así le llama su madre- a las clases. Me encontré con un niño simpático, inteligente y cariñoso. Uno de esos niños que aun guardan la inocencia y la bondad en su mirada y en sus palabras: un niño especial. Me dijo que quería aprender a pelear y me contó cómo le habían agredido ese mismo día. Le dije que yo no le iba a enseñar a pelear sino a defenderse si era necesario y que el colegio no era un lugar para pelear sino para aprender.
Después de esa primera clase y de hablar con él, Juanpi se fue más tranquilo y con una sonrisa en los labios. Al día siguiente su madre me llamó de nuevo para decirme que a Juan Pablo le habían vuelto a agredir y que ya no podía más. Que no le iba a llevar más al colegio hasta que dejaran de maltratarle. Me pidió que le acompañara al colegio la semana siguiente para estar presente en la reunión con el director. Coordiné mi agenda para hacerlo y allí fui. Llegó Liliana con Juanpi, que iba a asistir al colegio por primera vez en diez días, ya que se sentía más seguro y como yo le dije, más valiente. Recuerdo como según subía por las escaleras, mientras Liliana y yo esperábamos al director en la sala de entrada, Juan Pablo miraba hacia abajo buscándonos con la mirada, como suplicándonos apoyo y protección. Le hice con la mano el signo de OK para darle fuerzas y el me lo hizo también con una expresión de alivio en su rostro.
Llegó el director a la sala de entrada del colegio y se sorprendió al verme con Liliana. Pasamos a un pequeño despacho con las paredes de cristal. El director se sentó con su i-pad en la mano y con un bolígrafo táctil y nos invitó a sentarnos también.
Liliana llevaba toda la documentación preparada. Una cronología de los hechos acontecidos en los últimos dos años, ya que aunque parezca mentira, la carga de la prueba recae siempre sobre los padres de la víctima. Según iba Liliana contando los sucesos y con la emoción contenida al reproducir en su memoria el maltrato reiterado hacia su hijo, fue interrumpida de malas maneras por el director que le dijo: “no le permito que diga que en este colegio hay niños agresivos”, a lo que Liliana contesto: “entonces, ¿cómo denomina usted a niños que pegan, que muerden, que dan puñetazos y patadas a mi hijo y que le han llegado a arrancar un diente?”. El director le preguntó a Liliana que si quería que se abriese el protocolo de acoso escolar, a lo que Liliana le contestó sorprendida, que el protocolo se debería haber abierto hace más de un año. Liliana estaba comenzando a llorar. Viendo la situación le dije al director que ahora quería hablar yo como presidente de AEPAE y me dijo el director que no me consentía hablar, que me marchase. Me dijo en tono chulesco y prepotente que él era el director y que él decía quien entraba y quien hablaba en su colegio. Le dije que no me iba a marchar hasta que me dijese que medidas de protección iba a poner para ayudar a Juan Pablo y le mostré el informe del test TEBAE de incidencia del acoso que le pasamos a Juan Pablo, que indica que tiene los índices más altos en acoso, intensidad y daño psicológico. Se puso nervioso y al ver que no me marchaba, fue a llamar a dos profesores en tono amenazante. Llegaron un profesor y una profesora y sin saber que decir o hacer e intimidados por el director, permanecieron de pie unos segundos mientras el director les decía que no quería marcharme. Les dije que era el Presidente de la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar y que no me iría hasta que el director me dijese qué medidas iba a poner en marcha para proteger a Juan Pablo. Al ver que no me marchaba, me amenazó con llamar a la policía. Le dije que no había problema. Llegaron dos policías y Liliana les puso al corriente de la situación y dijeron que ellos no podían hacer nada, que era un tema educativo y que ellos se ocupaban de problemas penales, y que contactásemos con inspección educativa. Uno de ellos se fue a hablar con el director y el otro se quedó con nosotros y le expliqué el motivo de mi presencia. El policía lo entendió perfectamente. Ma marché y Liliana fue a la secretaría del colegio para entregar en registro la cronología de los sucesos de acoso acontecidos en los últimos meses, que ya se habían transmitido verbalmente desde principios de curso, al colegio.
El colegio en cuestión se llama Los Arenales, en el barrio de Carabanchel, en Madrid, y el director, José Luis Marrero.
Y aquí comenzó el calvario de Liliana: desde las 9:30 a las 14:00 horas, yendo de un sitio para otro y recibiendo continuamente informaciones incorrectas y contradictorias: llamó al teléfono público 900 018 018 y le dijeron que tenían que seguir el protocolo –el mismo que no abrieron en dos años y que es lento, burocrático, administrativo e ineficiente- y la derivaron a inspección educativa, dándole una dirección errónea. Llamó al teléfono de la policía y le dijeron que tenía que llevar una denuncia del caso a inspección educativa. Fue a la dirección que le dijeron y era incorrecta y la derivaron a la calle Isaac Peral. Fue y le dijeron que no podía entregar allí la carta porque no tenían registro y la derivaron a Gran Vía. Llegó a Gran Vía. Estaban a punto de cerrar y le dijeron que el escrito no era válido porque estaba dirigido al director del colegio y debía estarlo al inspector educativo de su zona. Liliana, desesperada y agotada les dijo que iba a corregirlo a mano ya que trabajaba y no podía volver al día siguiente. Le aceptaron el escrito a regañadientes.
Liliana ha llamado ya seis veces al inspector para que le digan cómo evoluciona su denuncia. Ninguna respuesta. Le dicen siempre que el inspector por el que pregunta no está, que está reunido y que aunque le deje su número, ellos nunca llaman. El inspector se llama Arturo Velasco. Liliana ha decidido cambiar a Juan Pablo a otro colegio. No tiene otra salida.
No quisiera dejar de reconocer la labor de muchos directores y profesores de colegios que sí hacen lo correcto y se implican –que se mojan como diría el Juez Calatayud- y previenen, detectan e intervienen de la manera adecuada en tiempo y forma, para proteger a las niñas, niños y adolescentes. Y afortunadamente no todos los políticos niegan el acoso escolar y lo intentan esconder debajo de la alfombra: hay algunos que realmente se preocupan por hacer lo mejor posible para prevenir el acoso escolar, pero a veces no se lo permiten desde instancias superiores.
AEPAE lleva trabajando 15 años en la prevención del acoso escolar sin ningún tipo de apoyo institucional. Nuestro Plan Nacional ha surgido desde la experiencia directa con más de 4.000 víctimas y su entorno más cercano –familias, profesores y colegios- y ello nos ha exigido por necesidad ser eficientes y operativos. No somos un copia y pega de planes de otros países: somos un plan creado en España y para España.
Este año hemos intervenido en 34 colegios por todo el pais y con más de 5.000 alumnos. Estamos obteniendo unos resultados extraordinarios, habiendo reducido la incidencia de víctimas de acoso escolar en más de un 30% en el primer año de implementación. Tenemos el único plan integral que forma a los observadores, atiende a las víctimas, reeduca a los acosadores, forma a los profesores y al personal no docente de los centros escolares, y a los padres. Tanto es así que la Comisión Europea y el DIF (Dirección de Infancia y Familia) de México nos ha encomendado la revisión de los planes de prevención del acoso escolar de las comunidades de todo México y la elaboración de un manual práctico para los promotores comunitarios de todo el país. Para quien no lo sepa, México es el país con mayor incidencia del acoso escolar del mundo.
Nuestro plan mide la incidencia del acoso escolar en la pre-intervención y en la post-intervención con una herramienta psicométrica precisa –no con un sociograma-, y aportamos al centro escolar material didáctico para la prevención del acoso escolar, y todo ello con un coste de 12 euros por niño y año. ¿Hay recursos económicos mejor empleados que para este fin? Muchos colegios lo realizan por su propia iniciativa, porque saben que los protocolos son papel mojado y que la formación que reciben es escasa e ineficiente, lo que pone muchas veces a los colegios y a los profesores en una situación de indefensión. No lo podía decir más claro el Juez de Menores D. Emilio Calatayud cuando al hablar del acoso escolar dice: “Aconsejo a los profesores que se hagan un buen seguro de responsabilidad civil”, porque muchas veces se sienten indefensos: quieren actuar pero no tienen ni las herramientas ni el apoyo necesario.
Desde AEPAE seguiremos trabajando en la prevención del acoso escolar. Si conocéis a alguien de vuestro entorno que esté pasando por una situación de acoso escolar, decidle que le ayudaréis. Que actuando con rapidez y contundencia, el acoso escolar tiene remedio. Un mensaje para todos los colegios de España: Podemos ayudaros a prevenir el acoso escolar de una manera eficiente y medible. Un abrazo a todos y buen verano.
Presidente nacional de AEPAE.