El acoso escolar es la forma de maltrato más común en la infancia. Cosas de niños para muchas personas, un paseo por el infierno para unas pocas. Sí, para unas pocas, porque lo políticamente correcto aporta adhesiones multitudinarias a la causa, pero solo cuando acontece el suicidio de un niño, de una niña o de un adolescente o, a lo sumo, cuando lo sufre mi familia.
Somos una sociedad anestesiada por la propaganda. Una sociedad en permanente minoría de edad, sumergida en las redes sociales y manipulada desde unos medios de comunicación monopolizados por un relato unívoco y tiránico. Marionetas de hilos, que manejan los titiriteros de la política o de las grandes corporaciones. Modas para consumir. Sentimientos adaptados a la ideología del momento. Maniqueísmo oportunista. Te decimos lo que es bueno o malo en cada situación. Qué importa si lo que te dije ayer es la antítesis de lo que te digo hoy o mañana. Moral efímera y selectiva como deserción de los valores tradicionales. Si no tenemos valores propios es fácil que nos impongan los suyos.
En los últimos meses se ha puesto de moda la salud mental. Deportistas, actores y personajes públicos han hablado de ello. El suicidio de Verónica Forqué, actriz maravillosa, muy querida por el público cuando se ríe, pero despellejada cuando aparece en un reality y se comporta de una manera poco normativa. La hipocresía de siempre. Lo que se necesita son medidas de prevención y apoyo efectivas, pero eso ya lo debería saber la clase política.
Con el acoso escolar sucede lo mismo. Se le presta poca importancia. Sólo cuando toca en la agenda: al inicio del curso y en el «día mundial contra el acoso escolar». O cuando alguna persona famosa lo denuncia y lo hace causa personal. O, por supuesto, cuando es noticia por un lamentable suceso: un suicidio o una paliza grabada y difundida por las redes sociales.
Hay estudios que señalan que las víctimas de acoso escolar son cuatro veces más propensas a sufrir ansiedad o depresión en su vida adulta. La indefensión aprendida que padecen en su infancia puede traer secuelas graves en su salud mental a corto, medio y largo plazo. Esto ya se sabe. La clase política también debería saberlo.
La ideología pretende fagocitarlo todo, pero no por el interés de la sociedad, sino por el de las personas que pretenden adaptarla a su relato. Como en AEPAE no somos políticamente correctos y nos importan un bledo las distintas ideologías, no quiero dejar pasar la oportunidad para denunciar lo acontecido estas últimas semanas y que es un ejemplo de ello.
Que varios políticos independentistas señalen a un niño de 5 años y a su familia por querer recibir educación también en castellano, es acoso escolar institucionalizado. Están provocando la estigmatización de ese niño, con todo el proceso de maltrato consiguiente, que sucederá sin ninguna duda. Estamos hablando de hechos contrastables.
Pero esta degradación de adaptar la realidad a los intereses ideológicos particulares -sean del signo que sean- no solo ocurren en la política; también en el periodismo, hecho aún más lamentable, ya que los profesionales del periodismo deberían informar con rigor. Es evidente la degeneración de esta preciosa profesión, de la que formo parte. Los vasos comunicantes entre el periodismo y la política son evidentes, y pertenecen a intereses espurios. Son como los fuegos fatuos: la inflamación de ciertas materias que se elevan de las sustancias animales en putrefacción, formando pequeñas llamas.
El hecho que estoy comentando son las declaraciones en una tertulia de la televisión de la periodista Pardo de Vera hablando de la situación de este niño en el colegio. Primero diciendo que seguramente ni se estará dando cuenta de lo que sucede y que no le afectará. Segundo diciendo que son sólo cien familias las que están en esa misma situación.
Como desde AEPAE solemos hacer pedagogía sobre el acoso escolar vamos a resumir, de manera sucinta, por qué se produce el acoso escolar. Las dos circunstancias que desencadenan el maltrato escolar reiterado son: la singularidad y la oportunidad. Ambas colocan a la potencial víctima en el foco. En el caso que nos ocupa se cumplen estas dos variables y una tercera que lo amplifica, que es la visibilidad en los medios de comunicación y las redes sociales, que genera el ciberacoso escolar. Así que: ¡enhorabuena a estos políticos y periodistas! habéis conseguido que un niño y su familia vivan un infierno.
¿No creen ustedes que si hay una causa que debería ser un imperativo categórico, un mandato moral que guíe a todos los seres humanos sean de la ideología que sean, esta debería ser el no permitir bajo ningún concepto el sufrimiento de los niños?
Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva
Presidente de AEPAE