Hola, soy yo, el pupitre. Hoy he vuelto a ver a Carla después de 16 años. La he reconocido por sus ojos azul marino y su mirada profunda y triste. También por su inseguridad, que intenta disimular con las caretas que se suelen poner los adultos para sobrevivir.

«¿Dónde está la foca de Sonia?» (Si los pupitres hablaran)

Ha venido a traer a su hijo en su primer día de colegio y he percibido su nerviosismo al mirar a su alrededor y recordar sus años de maltrato reiterado. Creía que lo había superado, pero ha empezado a respirar rápido y a acelerársele el corazón. Ha tenido que ir al baño con urgencia ante la sorpresa del resto de familias. El acoso escolar deja secuelas.

He oído comentarios de otra madre, vecina suya que dice que tiene una pareja tóxica que la controla y manipula y que lleva varios años acudiendo a terapia psicológica. Tal vez sea porque perdió su amor propio en sus años de secundaria, y no lo ha vuelto a encontrar.

Sus inseguridades, sus episodios de ansiedad y su permanente dificultad para relacionarse de una manera sana con sus parejas tienen un origen, y acaba de ser consciente de ello.

¿Cuándo entenderán los adultos responsables que el acoso escolar destroza vidas, aniquila esperanzas y estrangula corazones?

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