Cuando nació Javier, sufrió tres infartos cerebrales bilaterales y hemorrágicos. A sus padres les dijeron que se preparasen para lo peor, ya que los médicos no esperaban que sobreviviese más de un par de días. Pero Javier se aferró a la vida y en cuidados intensivos, llegó a completar el mes de edad. A sus padres les dijeron que si sobrevivía, estaría en una silla de ruedas, como un vegetal.

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Al mes y medio le hicieron una primera operación por hidrocefalia, y le pusieron una válvula de derivación en el cerebro. A los cuatro meses tuvieron que operarle de nuevo, porque la válvula acumulaba líquido. Le diagnosticaron una hemiparesia derecha. Desde los 8 meses, recibe tratamiento de fisioterapia intensiva vojta, estimulación y logopedia.

Empezó a andar a los 4 años, no sin dificultad, y le tuvieron que operar de nuevo de varias hernias inguinales y testiculares. En sus primeros cuatro años de vida, el hospital era su segunda casa. A los 6 años, le operaron de amígdalas y tuvieron que reingresarlo por una hemorragia. A los 9 años, le operaron de alargamiento del tendón de Aquiles. Asiste a un colegio de integración especial para niños motóricos y saca buenas notas, no recibiendo ningún tipo de adaptación curricular.

Pero ¿cómo es Javier como persona? Esto es lo más importante. Es un fenómeno de los ordenadores. Le encanta ver películas de acción y es un avezado crítico de cine. Es muy cariñoso y agradecido y expresa lo que siente con la naturalidad y espontaneidad, de alguien que sabe lo que es amar la vida. A veces en las clases que le imparto, tengo que morderme la lengua para no reírme, porque te hace unas preguntas y comentarios que no te esperas, con un sentido del humor sorprendente.

Pero también tiene sus días malos. Días en los que algún compañero de colegio le dice una burla, o que no puede jugar al fútbol, o que sencillamente “no es uno de los nuestros”, de la “chupipandi”, como lo dice él con su gracejo inconfundible. Días en los que está cansado, en los que no se siente capaz y tengo que echarle la bronca y decirle que confío en él, y que es capaz de cualquier cosa y que no permita jamás que nadie le maltrate, de palabra o de obra. Y que es valiente, y que estoy orgulloso de él. Y después a veces, saca unas lágrimas y se emociona y le doy un abrazo, y se pone las pilas y se esfuerza como el mejor.

Los padres de Javier, Eva y Javier, son un ejemplo de progenitores. Le exigen, le cuidan y le aman, pero no permiten que se compadezca de sí mismo. Cuando me llamaron por teléfono, por referencias de un alumno mío, que conoce de primera mano el trabajo que desarrollamos con niños con necesidades especiales, me dijeron que querían conocerme y ver qué podía hacer con Javier, para que mejorase su autoestima y confianza en sí mismo, y tuviese herramientas para enfrentase con los problemas. Y vaya si lo ha conseguido. Recibe una clase semanal, y después de casi un año, se ha examinado de cinturón amarillo. Ha trabajado duro, en lo físico, en lo verbal y en lo emocional, para hacerse más fuerte. Pero aún queda un largo camino que recorrer. Lo sabe y está dispuesto a ello. ¡Adelante Javier!

Sus padres me dieron permiso para que subiese su examen a Youtube y a Facebook, como un ejemplo de superación.

Hoy Javier tiene 12 años y acaba de empezar el instituto. Ya ha tenido, como cualquier adolescente de su edad, su primer desengaño amoroso. Y como no podía ser de otra manera, su apertura a las relaciones sociales de grupo, más allá del entorno familiar.

Javier sufrió acoso escolar por burlas y exclusión en su infancia. Aún recuerdo su segundo día de clase cuando entró en el aula más derecho que una vela, con el pelo engominado y su chándal y zapatillas nuevos. Nada que ve con el primer día de clase: cabizbajo y huidizo con la mirada. Había cambiado de actitud. Hoy día es un adolescente normal. Con sus conflictos. Con su búsqueda de reconocimiento y de autoafirmación. Javier es un canto a la vida y a la esperanza. Es la demostración de que con amor y determinación se puede superar cualquier cosa. El acoso escolar también.

Enrique Pérez-Carrillo de la Cueva
Presidente de AEPAE

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