Esta frase parece un eslogan de un anuncio publicitario de coches, pero no lo es. Se trata de una de las conclusiones a las que he llegado después de impartir un nuevo curso de prevención del acoso escolar.
Dicho curso está enfocado principalmente a las víctimas o víctimas potenciales de bullying. Mediante el trabajo transversal con técnicas parateatrales, psicoasertivas y de defensa personal, dotamos a los chicos y chicas de herramientas para que aumente la confianza en sí mismos y sean capaces de defenderse.
Porque, en efecto, todos tenemos derecho a defendernos.
En el tiempo que llevo trabajando con niños he visto distintas formas de afrontar una situación de acoso, sobre todo aprendidas o recomendadas por sus padres y madres. Desde “si se meten contigo, tú como si nada, no les hagas caso”, a “si te pegan, tú pega más fuerte, que no te tomen por tonto”.
Estos dos ejemplos, el primero fomentando una actitud pasiva, y el segundo agresiva, no ayudan al niño o niña a lograr un comportamiento asertivo ni de confianza en sí mismo, si no que les mete de lleno en una espiral de abusos y violencia al no saber cómo cortar de raíz dicho comportamiento agresivo.
Por eso, llego a la conclusión de que la seguridad en uno mismo es fundamental para el desarrollo equilibrado de la persona, sobre todo en la infancia.
Tanto la sobre-protección como el desatender nuestras labores como madres y padres hacen de nuestras hijas e hijos unas personas inseguras y frágiles emocionalmente. Esta falta de asertividad les hace adoptar actitudes agresivas en unos casos (convirtiéndose así en acosadores) y pasivas en otros (llevándoles a ser víctimas).
De ahí la importancia de darles las herramientas apropiadas para potenciar sus capacidades y su confianza.
Sólo sabiéndose seguros de sí mismos, viendo que pueden, serán capaces de relacionarse con los demás de forma equilibrada, protegiendo su espacio personal y defendiendo sus derechos.